La analítica de sangre es la prueba estrella en el universo de la medicina. Gracias a ella obtenemos información de forma rápida y sencilla sobre el estado del cuerpo y de distintos órganos, cómo el hígado. De hecho, la parte correspondiente a la analítica hepática es una de las que más solicitamos, sobre todo en la especialidad de aparato digestivo.
Cuando nos hablan de una analítica es probable que nos imaginemos extendiendo el brazo, mirando de refilón la “temible” aguja y contando los segundos que pasan mientras esta se acerca a nuestra piel. Una vez superado esto la mayoría pensamos que ya está todo hecho, a pesar de ser solo el principio. Los siguientes pasos serían procesar la muestra, obtener los resultados e interpretarlos.
Si alguna vez has mirado una analítica y te has sentido superado al ver tantas letras sin sentido, números, asteriscos y flechas, puedes quedarte tranquilo. De hecho, probablemente habrás pensado que preferirías entretenerte mirando jeroglíficos. O quizás regocijándote en la antigua escritura cuneiforme antes que enfrentarte a ese acertijo imposible. Sin embargo, aún es pronto para perder la esperanza e incluso te diremos que estás de enhorabuena.
Nos hemos propuesto facilitaros las claves para entender la analítica hepática. Queremos que podáis comprender cuando es normal, cuando está alterada y lo que esto puede significar. Además, aunque suponga todo un reto, intentaremos que sea de la forma más práctica y amena posible.
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¿Qué utilidad tiene la analítica hepática?
A grandes rasgos, la analítica hepática es una prueba sencilla en la que a través del estudio de una muestra de sangre podemos obtener información del estado de nuestro hígado. De hecho está sería su principal utilidad, aunque no es la única. Entre las más representativas encontraríamos las siguientes.
- Detectar daño a nivel del hígado o la vía biliar. Por ejemplo en una hepatitis o un cólico biliar.
- Controlar la evolución clínica de los pacientes.
- Determinar la gravedad de la enfermedad, siendo muy útil en pacientes con cirrosis. Incluso nos puede ayudar a predecir la supervivencia.
- Valorar la respuesta al tratamiento de distintas enfermedades hepáticas.
Por otra parte, lo más frecuente es que los pacientes que presentan alguna alteración de la analítica hepática se encuentren asintomáticos. Generalmente, estas se detectan de forma accidental dentro de un estudio que se ha solicitado por otros motivos. Además, es posible identificar variaciones en pacientes con el hígado sano y que no traducen realmente un problema. En cuanto a los motivos de las alteraciones, estos pueden ser múltiples, incluyendo al famoso coronavirus.
¿Qué incluye una analítica hepática?
Dentro de la analítica hepática cada elemento suele aparecer representado con siglas. Esto agiliza la valoración de los sanitarios, sin embargo también es frecuente que genere confusión entre las personas que no están acostumbradas. Con el fin de hacerlo más sencillo vamos a intentar agruparlas. Así, entre las enzimas que medimos con mayor frecuencia estarían las siguientes.
Transaminasas: relacionadas con el estado del hígado.
- Alanina aminotransferasa (ALT): también se conoce como transaminasa glutámico pirúvica (GPT).
- Aspartato aminotransferasa (AST): también conocida como transaminasa glutámico-oxalacética (GOT).
- Lactato deshidrogenasa (LDH)
Enzimas de colestasis: relacionadas con la vía biliar
- Fosfatasa alcalina (FA o FAL)
- Gamma glutamil transpeptidasa (GGT)
Indicadores de la función hepática
- Bilirrubina (Bil)
A continuación vamos a ir explicando en detalle cada uno de los elementos que componen la analítica hepática. Comentaremos su función, origen, lo que puede significar si aparecen alteradas y cualquier otro dato que pueda resultar interesante. Lo que no vamos a poder especificar son los valores considerados normales, debido a que suelen ser diferentes entre laboratorios. Sin embargo, estos sí que aparecen reflejados en las analíticas, por lo que no es un gran problema.
Alanina aminotransferasa (ALT)
La ALT es una enzima específica del tejido hepático, por lo que sus niveles se relacionan directamente con la presencia de daño en este órgano. Entre las causas más frecuentes que provocan su alteración se encuentran el consumo de alcohol y el hígado graso. Por otra parte, si las cifras son muy elevadas debemos sospechar la existencia de una enfermedad aguda, por ejemplo una hepatitis A.
Aspartato aminotransferasa (AST)
La AST no es exclusiva del hígado, estando también presente en el músculo esquelético, el corazón, el riñón y el cerebro. Por todo esto, a la hora de hacer una valoración, siempre debemos comprobar el resto de enzimas, especialmente de ALT. Si ambas están elevadas el daño será hepático, mientras que si solo está aumentada AST habrá que plantearse otras posibilidades. Por ejemplo, si las cifras son muy altas debemos pensar en un infarto o en daño muscular.
Fosfatasa alcalina (FA)
La FA se encuentra en el hígado y los huesos. Sus cifras varían con la edad, estando elevada en la infancia y la adolescencia por el crecimiento de los huesos, sin que esto traduzca enfermedad. Así mismo se ha demostrado que los niveles pueden aumentar al hacernos mayores, en probable relación a los procesos de osteoporosis. Por último, también puede aparecer elevada de forma aislada en el tercer trimestre del embarazo, entrando dentro de la normalidad.
Para diferenciar la procedencia comprobaremos el resto de enzimas hepáticas, sobre todo las de colestasis. Si la fosfatasa alcalina está aumentada junto al resto, lo primero que debemos sospechar sería una alteración de la vía biliar. Por ejemplo, una causa frecuente es la obstrucción de la vía por un cálculo biliar (colelitiasis). Por el contrario, si se encuentra aumentada de forma aislada lo más probable es que el origen sea óseo.
Gamma glutamil transpeptidasa (GGT)
A pesar de que las principales localizaciones de la GGT son el hígado y la vía biliar, esta enzima también puede proceder de otros órganos. Entre ellos se encuentran el riñón, las vesículas seminales, el páncreas, el bazo, el corazón y el cerebro, casi nada. Debido a esto, su elevación aislada puede hacer difícil determinar el origen, siendo su utilidad limitada. Sin embargo, en nuestra práctica clínica nos sirve para detectar el consumo crónico o el abuso del alcohol, estando aumentada en estos pacientes.
Lactato deshidrogenasa (LDH)
La LDH está presente en múltiples tejidos de nuestro organismo, por lo que su elevación aislada suele ser bastante inespecífica y su utilidad limitada. Si existe daño en el hígado o en la vía biliar aparecerá aumentada al igual que el resto.
Bilirrubina en la analítica hepática
La bilirrubina es un producto derivado de la degradación de la hemoglobina de la sangre. Sería una especie de sistema de reciclaje dentro de nuestro organismo, que recupera los elementos más importantes y elimina los desechos. Cuando la bilirrubina alcanza el hígado se une con otros productos formando la bilis. La mayor parte se almacena en la vesícula biliar, mientras que el resto se vierte hacia el intestino, dando a las heces su color marrón característico.
Su elevación puede deberse principalmente a tres causas:
- Si existe daño a nivel del hígado o de la vía biliar.
- Cuando hay un exceso de producción.
- En el caso de que este alterada su eliminación, conjugación en el hígado o la captación en este.
Cuando sus niveles aumentan mucho es típico que la piel y los ojos adquieran un color amarillento (ictericia). También, en caso de que la vía biliar este bloqueada y no se pueda eliminar hacia el sistema digestivo, es característico que las heces se vuelvan blanquecinas (acolia) y la orina sea muy oscura (coluria).
¿Qué debemos hacer si aparecen alteraciones en la analítica hepática?
Ante la presencia de alteraciones en nuestra analítica hepática, lo primero que debemos hacer es consultar con un médico. Este será el responsable de valorar cualquier alteración y tomar las medidas que se consideren oportunas. Dado que la analítica puede estar alterada por múltiples causas, en primer lugar nos hará una serie de preguntas para tratar de orientar el caso. Como no está de más que vayamos preparados para responder, os adelantamos algunas que nunca fallan.
- Uso medicación, suplementos dietéticos o productos de herbolario.
- Consumo de alcohol o drogas.
- Relaciones sexuales de riesgo.
- Viajes recientes al extranjero.
- Enfermedades previas.
Por otra parte, sería recomendable realizar una exploración física del abdomen para descartar alteraciones, masas o la presencia de dolor. Una vez completado esto es muy probable que nos soliciten pruebas adicionales. Entre las más frecuentes estarían una analítica ampliada o una prueba de imagen, siendo la ecografía la más utilizada. Por último, si seguimos sin tener clara la causa, podría ser necesario realizar una biopsia hepática para tomar muestras del órgano.
En cualquier caso, será fundamental llevar un seguimiento analítico para ver si las enzimas se normalizan, aumentan o se mantienen. De hecho, lo más frecuente es que estas alteraciones sean transitorias y desaparezcan al poco tiempo, sin que se pueda precisar bien el motivo.
Nuestro consejo sobre la analítica hepática
Seguramente la analítica hepática es el test que nos repetirán con mayor frecuencia a lo largo de nuestra vida. Es una prueba básica, rápida y sencilla que nos permite detectar un amplio rango de alteraciones y comprobar el estado de nuestros órganos. Es típico que se incluya en cualquier analítica rutinaria, como las que se realizan anualmente en el trabajo.
Para finalizar, es importante recordar que la presencia de alteraciones no siempre traduce una enfermedad. Además las causas pueden ser múltiples, precisando en muchas ocasiones de la realización de pruebas complementarias y un seguimiento estrecho por parte de un médico.
Fuentes
ACG Clinical Guideline: Evaluation of Abnormal Liver Chemistries. American Journal of Gastroenterology. Enero 2017.
Guidelines on the management of abnormal liver blood tests. British Medical Journal. Diciembre 2017.
New insights in bilirubin metabolism and their clinical implications. World Journal of Gastroenterology. Octubre 2013.